
Por Miguel Borge Martín
Salí de Cozumel para estudiar en la Ciudad de México en Enero de 1960, cuando tenía poco más de 2 meses de haber cumplido 16 años. /Me casé en 1971 y junto con mi esposa Rosalía, salí a estudiar una Maestría en los Estados Unidos, becado por la NASA. /Regresamos a México en 1973 y entré a trabajar en la DETENAL (Dirección de Estudios del Territorio Nacional y Planeación), en un área en la que la función principal era mostrar cómo sacar el mejor provecho posible de la información cartográfica que producía la DETENAL.
Estando en la DETENAL presenté al certamen del Premio de Economía Banamex 1973 un trabajo denominado “La Asignación de Recursos en la Agricultura Mexicana hasta 1960”. /El primer lugar se declaró desierto y a mí me correspondió una Mención Honorifica. /Le llamé por teléfono al Gobernador del Territorio, Lic. David Gustavo Gutiérrez Ruiz, en consideración a su cargo y por ser también Licenciado en Economía, para invitarlo a la ceremonia de premiación y comida que ofrecía Banamex en los hermosos salones que ese banco tiene en sus propiedades del centro histórico de la Ciudad de México. /El Gobernador, que no me conocía, me tomó la llamada y se disculpó por no poder asistir, debido a otros compromisos agendados para esa fecha.
Hacía años que tenía la firme intención de reintegrarme a Quintana Roo y cuando me enteré de que se estaba creando la Comisión Nacional de Desarrollo Regional, me fui a entrevistar con quien iba a ser su Director General. /Platicamos y aceptó que me incorporara en Quintana Roo, pero el sueldo era menor que el que yo tenía en DETENAL. /Entonces le hablé de nuevo al Gobernador Gutiérrez Ruiz, quien sin más explicaciones me dijo, véngase ingeniero como asesor mío, y me compensó generosamente. /Así se definió mi regreso a Quintana Roo.


A partir de Junio de 1974, poco antes de que el huracán Carmen le pegara a Chetumal, quedé adscrito como Jefe del Departamento de Programación del Comité Promotor de Desarrollo (COPRODE), y como Asesor del Gobernador del Territorio. /El trabajo en el COPRODE era muy convencional, pero como Asesor del Gobernador me tocó llevar a cabo un encargo muy interesante para mí: Formar, con la representación del Gobernador, la primera Unión de Ejidos Forestales en 16 ejidos de lo que sería después el Municipio de Lázaro Cárdenas. /Para lograrlo tuve el apoyo de personal de la Delegación Agraria y de mis compañeros Fausto Hernández Carrillo (QEPD) y Guillermo Escamilla (QEPD), que se habían integrado al COPRODE casi al mismo tiempo que yo.
El problema era que la comercialización estaba dominada por un intermediario que explotaba a los ejidatarios y los dominaba regalándoles bebidas alcohólicas cuando lo creía necesario. /Los Ferrocarriles Unidos de Yucatán (FF.UU. de Yucatán) le pagaban $32.00 al ejidatario por cada durmiente recibido a satisfacción, pero menos del 10% pasaban la prueba de calidad. El otro 90% se vendía a talleres de carpintería. /Así salían el costo del flete y la utilidad neta del intermediario. El trabajo de los campesinos no contaba.
Había que hacer a un lado al intermediario. Fui a Valladolid a platicar con él, y le dije que se estaba creando la Unión de Ejidos Forestales, por lo que ya no serían necesarios sus servicios para el transporte de los durmientes a Mérida. /No me quiso entender y comenzó a alentar el descontento de los ejidatarios, emborrachándolos y motivándolos a manifestarse violentamente, provocando incluso el incendio de la Casa Ejidal de Nuevo Xcan. /Llamé por radio al destacamento de la policía que estaba en Puerto Juárez, para que enviaran elementos que mantuvieran la calma en el poblado.
Viajaba mucho hacia la Zona Norte y tenía muchas reuniones con los ejidatarios de la zona, pero tuve que apoyarme en un traductor, Florencio Angulo, para que me tradujera a la lengua maya, porque me di cuenta de que, aunque les hablara despacio, los ejidatarios no entendían bien todo lo que yo les decía. /Florencio me traducía, pero hablaba demasiado y le tuve que preguntar que tanto les decía, a lo que me respondió: “Ingeniero, les machaco bastante las cosas para que no se les olviden”.
Viajé a Mérida para entrevistarme con el Director de los FF. UU. de Yucatán quien, para mi fortuna, resultó ser un Ingeniero Mecánico, hijo de campesinos y originario de Tlaxcala, egresado de la ESIME del IPN, donde yo también había hecho mis estudios en Ingeniería Aeronáutica. /Le comenté lo que estaba haciendo y me apoyó en todo, comenzando por pagarle a los ejidatarios $64.00 por durmiente recibido a satisfacción. /De regreso a Nuevo Xcan les di a los ejidatarios la noticia del nuevo precio y quedaron entusiasmados. /Recluté a los hijos de ejidatarios que ya habían estudiado la secundaria, y les enseñé a medir los durmientes con un patrón de madera, como el que usan los sastres, y a llevar la relación de los durmientes entregados para efectos del pago a cada ejidatario. /De esta manera los ejidatarios de los 16 ejidos fundadores de la Unión comenzaron a producir, con la única condición que les fijé de no cortar árboles que no dieran cuando menos 2 durmientes.
La primera entrega sin el intermediario cambió todo de manera significativa: sólo se rechazaba bastante menos del 10% por fallas en la calidad. /Lo que seguía era que el primer pago llegara como yo les había prometido a los ejidatarios para recuperar plenamente su confianza, y así fue. /Cobraron y ganaron mucho, mucho más que el doble que lo que antes les pagaban, porque los rechazos se redujeron tremendamente, y porque el precio se duplicó.
Se formalizó legalmente la formación de la Unión de Ejidos Forestales “Benito Juárez”, se abrieron cuentas para la Unión y para los ejidos en los bancos que ellos quisieron, se fue juntando dinero y todo comenzó a caminar sobre ruedas. /Por cada durmiente vendido, la parte más grande era para el ejidatario, y de ahí seguía un porcentaje para su ejido y otro porcentaje para la Unión. /A todos les llegó el dinero y ya podían pensar en hacer más cosas.
Esta fue la muy valiosa experiencia que viví al regresar a Quintana Roo.