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Por Antonio Callejo
Cancún, Quintana Roo.- Mara Lezama aprendió muy rápido cómo se juega a la política y cómo se ejerce el poder. La prueba contundente es que, sin formar parte de la clase política tradicional, llegó hasta la gubernatura, navegando en un mar de tiburones –y tiburonas, concediendo el lenguaje de género–, y su gobierno hasta este momento es el mejor evaluado de la historia del estado.
Es cierto que viene un proceso adelantado para su sucesión, porque este mandato es de cinco años –uno menos–, de manera que está justo entrando a la segunda mitad, rumbo a la salida.
En esta fase, Mara enfrenta un escenario ni siquiera novedoso, a pesar de que en la era de Morena hay algunos matices que ya son tendencia, para los procesos electorales.
Quintana Roo y el PRI, el partido que dominó su primera etapa, vivieron un escenario que pretendió dividir en dos a la población, para escatimarle derechos políticos a los recién llegados y dar prioridad a los fundadores, que en realidad también eran inmigrantes aunque con algunas décadas.
Esa discusión logró posicionarse, pero por muy poco tiempo. Los llamados `nativistas´, que pugnaban por una escena política sin representantes de los otros 31 estados del país, que llegaban continuamente a residir, consiguieron evitar la llegada de Joaquín González Castro, nacido en Veracruz pero muy quintanarroense, y en la historia ese episodio es apenas un pequeño punto.
En Morena hay un grupo igual de retardario, que aspira a poner un dique a la suma de otras personas que no sean reconocidas como ellos se autodenominan: “Los puros”, un apelativo curioso tanto como incongruente, porque Morena es la suma de un revoltijo de personas venidas de otros partidos, que logró un resultado exitoso.
Es incongruente porque la misión declarada de la nueva dirigencia nacional de Morena, la que encabeza Luisa María Alcalde, y en la que influye bastante Andy López Beltrán, es la de empadronar a 10 millones de personas.
Si la idea es empadronar a morenistas de segunda clase, que no tengan derechos políticos plenos ni aspiraciones para arribar a cargos de elección, porque estarían reservados para quienes llegaron primero, entonces tienen que ser claros con eso.
Pero no es el caso.
La gobernadora Mara Lezama, tiene una agenda inusualmente dinámica. Mantiene un ritmo francamente nunca visto para un jefe del Ejecutivo, y sus logros se han reconocido en el estado y fuera de él.
Ahora, sin embargo, también tendrá que dirigir parte de su energía en hacer la política necesaria que encauce a su partido a una sucesión lo más plana. Sin sobresaltos, que bien podrían dar pie a algún crecimiento de una oposición que hoy se ve diluida y con escaso aliento. Pero que siempre se puede alimentar de los problemas internos del partido en el Poder. Lo hemos visto.
Mara Lezama se verá en la posición de hacer política de inclusión, de negociación y en algunos casos hasta de poner orden, en un partido al que todo le está yendo de maravilla. Incluso, no hay algún actor político en Morena que pueda sentirse agraviado o despojado de algo que mereciera, porque deben reconocer que la ola del Amloísmo les llevó a todos al Parnaso.
Y claro, tienen que salir a relucir los verdaderos liderazgos. Los que trabajan realmente con la gente, que son y serán reconocidos en los sondeos, y no sólo aquellos que quieren seguir rentabilizando la imagen del ex presidente.
AMLO no será factor, aunque así quieran venderlo los sedicentes `Puros´.
En este escenario, pensando en la sucesión, se debe recordar que hay liderazgos fuertes en Mara Lezama y la propia Claudia Sheinbaum.
Porque así como hay gobernadora, también hay presidenta.