
DESTRIPACUENTOS
www.callejotv.com
Por José Antonio Callejo
Cancún, Quintana Roo.- A los políticos de la 4T les urge tomar clases de actuación. Les vendría muy bien en esta víspera de trabajos pre-electorales. No para ganar un Ariel, sino para algo más básico: aprender a parecer pobres otra vez, si es que alguna vez lo fueron. O, en su defecto, aprender a que no se les note tanto el súbito enriquecimiento que les cayó del cielo —o del erario— desde que llegó la ola guinda.
Tan evidente es el problema que la presidenta Claudia Sheinbaum, la dirigente nacional Luisa María Alcalde y la líder estatal Johana Acosta tuvieron que salir a pedir, casi suplicar, que los suyos “no sean ostentosos”. Traducido al lenguaje llano: “Hagan el favor de disimular”.

Una petición insólita pero reveladora: la 4T ya ni siquiera disimula pedirle a su militancia que disimule.
La diferencia con las glorias del Cine de Oro es escandalosa. Tin Tan podía dormir sobre una pila de dólares y al día siguiente aparecer como pachuco de barrio sin que el público se sintiera engañado. Pedro Infante podía tener avión propio y seguir siendo el carpintero entrañable. Había un pacto emocional, artístico, político. Había oficio.
Hoy, en cambio, los políticos se graban a sí mismos intentando parecer sencillos… mientras las cámaras de alta resolución exhiben cada contradicción, cada detalle de lujo, cada gesto de soberbia. No interpretan al pueblo: lo parodian sin querer.
Y lo peor está por venir. Con otra ronda de candidaturas en puerta —gubernatura, once presidencias municipales, 25 diputaciones locales— habrá más personajes tratando de improvisar papeles que no dominan. Algunos, incluso, convencidos de que su falta de formación es un mérito.
Pero la política, como el cine, castiga la mala actuación. Y el público mexicano, que aprendió a llorar con Pedro y a reír con Cantinflas, no tolera fácilmente a un político que quiere verse pobre mientras se baja de una SUV blindada.
Y es que, la política mexicana vive, sin pudor, su propia versión del Cine de Oro… pero mal actuada. En la gran época de las pantallas nacionales, los actores interpretaban a los desposeídos con oficio y naturalidad. Tin Tan, con un diamante del tamaño de un garbanzo en el meñique, hacía creíble al marginal del barrio. Cantinflas, millonario entre los millonarios, era amado como el hombre humilde que hacía justicia con un enredo verbal. Pedro Infante, quien piloteaba su propio avión privado, representaba al hombre del pueblo con la misma soltura con la que afinaba motores.
La contradicción nunca importó porque había talento. Eran artistas, no impostores. Y sabían disimular. Y también sabían proteger su privacidad sin hacer alarde de sus posesiones. Respetaban su trabajo y a su público, al que se debían y le debían todo.
En cambio, la nueva élite política de la 4T, llegada al poder sin formación ni trayectoria, pretende replicar la narrativa del “pueblo bueno”… mientras se pasea con relojes de gama alta, joyas, ropa, calzado de lujo, camionetas de seis cifras y residencias que ni el mismísimo Cantinflas hubiera podido justificar en su época dorada.
No saben actuar. Y lo peor: no saben disimular.
El caso de Noroña es apenas la punta del iceberg: el revolucionario de café que ahora regaña al pueblo por “no ser suficientemente conscientes”, mientras transmite su `live´ en su flamante residencia de Tepoztlán, cuando antes se hacía el héroe por no tener para pagar siete pesos para el baño de una gasolinería –“oriné en la coladera”, dixit.
Y como dice el refrán, aquí en Quintana Roo no cantan mal las rancheras. Varios políticos y políticas locales parecen más preocupados por la foto con el lujo a cuestas que por la política que se supone vinieron a transformar. Transforman su cuerpo, sus casas, su forma de vestir y de amublar su casa, lo presumen y creen que les van a aplaudir por eso.
La verdad es simple:
si la 4T insiste en convertir la política en espectáculo, más vale que empiece a tomar clases de actuación.
Porque en esta película, el pueblo ya no quiere extras enriquecidos interpretando al pobre… sino protagonistas reales, congruentes y sin diamantes escondidos bajo la manga.
