De la asistencia de Pedro Joaquín D. al informe de Gino

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Por Antonio Callejo

Cancún, Quintana Roo.— En la conversación política del estado, no pasó inadvertida la presencia del joven Pedro Joaquín Delbouise en el informe legislativo de Eugenio “Gino” Segura Vázquez.

Fue una concurrencia peculiar: un priísta de cepa en una ceremonia de raigambre cuatroteísta. Y no es que Pedro estuviera buscando mutar de color. No va por ahí.

El apellido Joaquín, conviene recordarlo, tiene resonancia en la política quintanarroense, no sólo por la prosapia cozumeleña, sino por la memoria de un hombre que, desde la juventud, se propuso escalar la colina del Poder con el paso medido a milímetro, del que sabe adónde va: don Pedro Joaquín Coldwell.

Cuenta el propio Coldwell —en un documental que elaboró y difundió la Biblioteca Nacional de la Crónica, en Cancún— que decidió ser gobernador cuando apenas despuntaba su carrera. No esperó a la fortuna ni al capricho del azar: trazó su estrategia como un cartógrafo del destino.

Con pluma y temple elaboró un detallado mapa político, anotando el nombre de cada consejero del PRI con facultad para opinar o influir en la sucesión. Y uno a uno, con paciencia y tino, fue a visitarlos. No improvisó su ascenso; lo planeó como quien dibuja una ruta hacia el porvenir.

Dicen —y es fácil creerlo— que en aquellas visitas llevaba presentes propios de la tierra: queso de bola, mantequilla Dos Manos, algún caviar traído de la zona libre y, por qué no, alguna langosta bien empacada para resistir el viaje. Más allá de la cortesía, lo que Coldwell llevaba era un mensaje: la política no es un azar, sino una estrategia de relaciones y voluntad.

Hijo de un hogar educado en los modales del poder, con formación jurídica y olfato político, Coldwell encarnó la mezcla poco frecuente de herencia, talento y decisión.

Décadas más tarde, su hijo y confeso seguidor de sus paso, Pedro Joaquín Delbouise, heredero de apellido ilustre y de verbo independiente, acudió al informe del senador Segura Vázquez. Su presencia, más que anecdótica, tuvo el brillo de lo simbólico: un crítico severo del morenismo cozumeleño en el acto más morenista del calendario local.

Y no fue un acto menor. Quienes observan los signos del poder vieron en aquella ceremonia algo más que un ejercicio de rendición de cuentas: un destape en forma, un ensayo de campaña, un acto cuidadosamente dispuesto para perfilar a “Gino” en la ruta hacia la gubernatura.

El recinto, colmado de referentes del movimiento lopezobradorista, se convirtió en un espejo del nuevo orden político de Quintana Roo. Allí estaban los tres Poderes del Estado, representados por la gobernadora Mara Lezama, el legislador Renán Sánchez Tajonar y el magistrado Heyden Cebada; una trinidad institucional reunida, no por azar, sino por la convocatoria personal del propio anfitrión.

Porque, igual que aquel joven Coldwell de los años setenta, “Gino” Segura ha entendido que la política se cultiva en persona, no por intermediarios ni mensajes de ocasión.

Desde el inicio del sexenio ha tendido puentes: lanzó un podcast para dialogar con las figuras más notables del movimiento, y a cada uno —se sabe— les ha confiado, con discreción y constancia, su propósito de ascender.

Nada se deja al viento en estos lances.

Y por eso no sería extraño que entre las invitaciones, cuidadosamente extendidas, hubiese llegado también una al patriarca de la dinastía: don Pedro Joaquín Coldwell.

Porque en política —como en la historia— los encuentros nunca son del todo fortuitos: suelen ser el modo que el destino encuentra para recordarnos que los apellidos, cuando pesan, rara vez se sientan en silencio. Y hasta allí con la anécdota y el dato.

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