El gas natural, uno de los combustibles más utilizados en la industria y los hogares a nivel global, tiene una historia que se remonta miles de años atrás y un origen profundamente ligado a los procesos geológicos de la Tierra. Este hidrocarburo gaseoso, altamente inflamable y conformado principalmente por alcanos, se encuentra en yacimientos subterráneos similares —y a veces compartidos— con los depósitos petroleros, de donde es extraído mediante complejas técnicas de perforación.
Su formación es resultado de la descomposición de materia orgánica vegetal y animal que, atrapada bajo tierra durante millones de años, fue sometida a intensas presiones y temperaturas. En ese proceso, la energía química de la materia se transformó, dando lugar a un gas de enorme poder energético que hoy alimenta desde plantas de generación eléctrica hasta cocinas domésticas.
Hoy, aunque el gas natural continúa siendo clave en la matriz energética mundial, su condición de combustible fósil lo clasifica como un recurso no renovable, lo que abre el debate sobre su uso responsable y la transición hacia energías más limpias. Su historia milenaria y su rol estratégico en el presente subrayan la necesidad de equilibrar desarrollo y sustentabilidad para las próximas generaciones.