La batalla que viene en Morena: `Fundadores´ Vs. Recién llegados

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Por Antonio Callejo

Cancún, Quintana Roo. – Pasada la ronda de informes, arreciará de forma natural el revuelo por la sucesión rumbo al 2027. Más, debido a la novedad entre la nueva clase política que por primera vez se halla frente a un relevo.

La gobernadora Mara Lezama, de una fortaleza política inusual, abarca todos los espacios de gobierno con su influencia, incluso en los otros Poderes (Judicial y Legislativo), y se añade a ese entorno favorable, la ausencia rotunda de una oposición articulada, seria o al menos con una narrativa significativa.

El factor que, en todo caso, se presenta como elemento discordante, es un grupo pequeño, ya coptado consecuentemente con cargos, posiciones y cuotas en alguna nómina, pero que se organiza en torno a la épica de `la fila de las tortillas´. Están convencidos de que haber llegado primero les da el derecho de acceder a las candidaturas de primer nivel; la gubernatura `of course´.

Es un fenómeno nacional. Hay que entender el entorno para no sorprenderse del desenlace… o de los desenlaces.

Por eso, las disputas entre los llamados “fundadores” de Morena y los nuevos afiliados, e incluso los recién reclutados, son un fenómeno documentado y relativamente común en todo el país. Esta situación se deriva de la evolución del partido, que pasó rápidamente de ser un movimiento social y político, a convertirse en el partido en el poder con una amplísima base de apoyo, resultado de los programas sociales.

Las principales razones de estos conflictos son:

Choque de principios e ideología: Los fundadores de Morena, muchos de ellos provenientes de movimientos sociales y de izquierda, se adhieren a la visión original del partido como un «partido-movimiento» con un fuerte énfasis en la ética, la lucha social y la austeridad, aunque esto es más visible en el centro del país.

En el caso de Quintana Roo, la mayor parte de ese pequeño grupo (salvo excepciones muy puntuales), los `fundadores´ de Morena se distinguen precisamente por su analfabetismo político, impreparación, y en general por un desconocimiento profundo del ejercicio político, el ejercicio de gobierno, la práctica parlamentaria y ya no digamos de fórmulas, ritos, formas y cortesías.

En contraste, los nuevos afiliados, que en muchos casos se unieron tras el triunfo electoral de 2018, pueden ser políticos o ciudadanos con trayectorias más tradicionales, lo que genera tensiones sobre la forma de hacer política y la distribución de candidaturas y cargos.

Disputa por el poder y las candidaturas: Con el crecimiento exponencial del partido y su llegada al poder, las posiciones de elección popular y los cargos dentro de la estructura partidista se volvieron muy codiciados. Esto ha provocado que tanto los fundadores como los recién llegados compitan por estos espacios, generando conflictos internos, acusaciones de «chapulinismo» y de traicionar los principios del movimiento.

Falta de democracia interna

A pesar de los estatutos del partido que promueven la democracia interna, en la práctica se han observado tendencias a la centralización de decisiones y la selección de candidatos a través de métodos que han sido cuestionados, como las encuestas. Esto ha llevado a que militantes de base se sientan excluidos y vean con recelo a los recién llegados que, a su parecer, obtienen candidaturas de forma más sencilla.

Heterogeneidad de la base: La amplia base de Morena incluye a personas con diversas trayectorias políticas y orígenes ideológicos. Esto, si bien ha sido clave para su éxito electoral, también es una fuente constante de fricción. El partido ha absorbido a exmiembros de otros partidos como el PRI, PAN y PRD, lo que genera desconfianza y roces con los militantes originales que ven esto como una «desvirtuación» del proyecto.

En resumen, las tensiones entre la «vieja guardia» y los «nuevos» son un reflejo de la transición de Morena de ser un movimiento de oposición a un partido de gobierno, y son un desafío constante para su cohesión interna a nivel nacional.

En política se dice que nadie puede comerse solo el pastel, siempre hay que repartirlo. Eso es precisamente lo que ha hecho Morena para sostener la gobernabilidad y asegurar el respaldo del bloque dominante: renunciar parcialmente a sus principios fundacionales y a su ideario original, a cambio de un pragmatismo que favorece la integración de viejos operadores del poder.

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