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Por Antonio Callejo
Cancún, Quintana Roo. – En política hay frases que con el tiempo se convierten en boomerangs. En la 4T, pocas son tan repetidas —y tan exigentes— como aquella de “con el pueblo todo, sin el pueblo nada”. Es una sentencia moral, un recordatorio de origen, una brújula discursiva. Pero en Tulum, durante el Primer Informe del diputado federal Enrique “Kike” Vázquez, esa máxima quedó reducida a un dicho decorativo: citada quizá en alguna pancarta, pero ausente en el espíritu y, sobre todo, ausente en el público.
Lo que se vio en ese evento no fue un encuentro con las bases ni un acto de legitimidad popular. Fue un cónclave de la aristocracia morenista, un desfile de nombres de peso nacional y estatal, de esos que pocas veces se desplazan sin un propósito político claro. Y si el interés no es político, ¿de qué va? Suena más a una decisión económica.
Ahí estuvieron Ricardo Monreal, Marcelo Ebrard, Manuel Velasco, Josefina Rodríguez, Gino Segura, Diego Castañón e incluso el fiscal estatal, Raciel López Salazar. Una mesa de lujo, una escenografía diseñada para enviar un mensaje: Kike Vázquez es el elegido.
Y sin embargo, entre tanto poder acumulado, brilló por su ausencia un nombre clave: el de la gobernadora Mara Lezama. Su ausencia no solo fue notoria; fue significativa. Porque si algo dejó claro este evento es que Kike Vázquez no representa a Tulum, ni a Quintana Roo, ni al pueblo. Representa a un grupo político específico, uno que opera en la periferia de la gobernadora y del liderazgo nacional de Claudia Sheinbaum. ¿Acaso Monreal, Ebrard, Enrique Velasco no disputaron como corcholatas versus la presidenta?



La candidatura sin pueblo
Tulum atraviesa la peor crisis económica y de seguridad de su historia reciente. El municipio —que alguna vez fue símbolo de armonía entre desarrollo y naturaleza— hoy enfrenta una tormenta de incertidumbre económica, identidad diluida y desgaste institucional. En esa realidad, la presencia de figuras nacionales habría requerido un ejercicio de sensibilidad, escucha y diagnóstico comunitario.
En cambio, lo que se montó fue una pasarela política.
No hubo pueblo.
No hubo diálogo.
No hubo representación social alguna en las primeras filas.
Lo que sí hubo fue la imposición disfrazada de informe: la coronación anticipada de un personaje cuya carrera política está más ligada a Veracruz y Puebla que a Quintana Roo. Un diputado que se hizo visible por disfrazarse de árbol de Navidad en la Cámara, por sus ataques de violenta oralidad contra una legisladora que exigía investigarle el fuero a Cuauhtémoc Blanco, y por sus vacaciones europeas que incluyeron una disco en Ibiza. Ese es el perfil que se pretende presentar ahora como la solución a la profunda crisis tulumnense.
Si eso no es una contradicción del espíritu de la 4T, ¿qué lo es?
La frase que se cae sola
La 4T insiste en que el pueblo es el centro, el motor y la justificación de todo. Pero en Tulum se demostró que, al menos para ciertos grupos internos, el pueblo es prescindible. Porque cuando los acuerdos se toman entre élites, cuando los respaldos se pactan en oficinas y no en asambleas, cuando la voluntad ciudadana se sustituye por la voluntad de los cuadros distinguidos, entonces la frase “sin el pueblo, nada” queda desnuda.
La evidencia es contundente:
Sin el pueblo, sí se puede designar.
Sin el pueblo, sí se puede construir un candidato.
Sin el pueblo, sí se puede repartir el tablero electoral.
Y parece que eso es exactamente lo que está ocurriendo con la candidatura anticipada de Enrique Vázquez.
El contraste inevitable
En este tablero aparece otro actor: Movimiento Ciudadano. Si Jorge Portilla y MC mantienen su ruta sin doblegarse, Tulum podría convertirse —paradójicamente— en uno de los triunfos opositores más llamativos del país. Porque frente a un candidato impuesto por la “cuatristocracia morenista”, un proyecto con arraigo local tendría una narrativa que hoy MORENA decidió abandonar: la cercanía con la comunidad.
En Tulum, la 4T tuvo la oportunidad de mostrarse como un movimiento ciudadano. Prefirió mostrarse como un club político cerrado, preocupado por colocar piezas antes que por escuchar un municipio en crisis.
Y si esa es la señal que envían hacia 2027, quizá haya llegado el momento de preguntarse:
¿Con el pueblo todo… o con el pueblo sólo cuando conviene?
